El autismo es una condición que afecta el modo que una persona ve el mundo, procesa la información y actúa recíprocamente con otras personas. A las personas con Trastornos del Espectro Autista (TEA en adelante) les resulta difícil desarrollar relaciones sociales, comunicarse y pensar en abstracto. Aunque un grupo de personas con TEA tiene dificultades de aprendizaje, otros tienen capacidades intelectuales iguales o superiores a la media.
Se define como una profunda alteración de diferentes funciones del sistema nervioso central, que configuran este trastorno como una discapacidad diferente con entidad propia y generando unas necesidades de tratamiento específico y especializado. Diferentes investigaciones sostienen su origen biológico.
Estamos ante una discapacidad de expresión múltiple que se nos presenta como un verdadero continuo en cuanto a grados y niveles, con una gran variedad de expresiones clínicas y conductuales, dada la diversidad de niveles intelectuales que oscilan entre la discapacidad intelectual profunda y niveles normales e incluso superiores de inteligencia. Tal abanico de realidades ha llevado a manejar en la actualidad el concepto de Trastornos del Espectro Autista.
Estas alteraciones afectan a varios ámbitos del desarrollo: interacción social, lenguaje, comunicación y el pensamiento:
Sus síntomas se manifiestan de forma diversa en las distintas edades, acompañando a la persona durante todo su ciclo vital (Frith, 2004). Aunque alrededor un 75 % de las personas con TEA presenta discapacidad intelectual, el resto tiene capacidades intelectuales iguales o superiores a la media.Generalmente, a medida que estas personas se acercan a la edad adulta, tienden a estabilizar su conducta, mejorando las relaciones con los demás y desarrollando un mayor grado de autonomía personal. Sin embargo, es muy posible que ello no sea suficiente para que puedan adaptarse a las demandas que plantea nuestra sociedad, y precisarán apoyo a lo largo de toda su vida. Los programas de educación especializada, el desarrollo de habilidades adaptativas y la coordinación entre profesionales, familias e instituciones públicas y privadas para proporcionar los recursos adecuados para una inserción social adecuada, son el camino hacia la implantación de niveles de calidad de vida en igualdad de condiciones al resto de los miembros de la comunidad.
Los Trastornos del Espectro Autista (TEA en adelante) son todavía una discapacidad relativamente desconocida, pese a ser identificada en 1.943. A esto se une que no existen pruebas médicas específicas para su diagnóstico, sino que éste se basa en la observación y valoración de la conducta del niño. Además, las personas con TEA no presentan ningún rasgo físico que les distinga. Esta “naturaleza invisible” dificulta la comprensión de los esfuerzos con los que las personas con TEA afrontan los retos del entorno.
No obstante, gracias a los numerosos avances de la ciencia en el estudio de estos trastornos, a los nuevos recursos técnicos y, sobre todo, a la valiosa contribución de los testimonios que las personas con autismo nos aportan día a día acerca de su propia experiencia, el conocimiento del “autismo” es en la actualidad mucho más amplio. La imagen difusa del trastorno parece aclararse progresivamente, permitiéndonos un conocimiento más exacto de sus características. Sabemos que no es una enfermedad, sino un trastorno que dura toda la vida. Empezamos a conocer algunos factores genéticos relevantes y hemos aprendido que no hay incapacidad o ausencia de relación sino “dificultades” para comunicarse. Y lo más importante, gracias a sus testimonios, podemos empezar a comprender «como piensan» las personas con TEA.
El síndrome de Asperger (SA) se define dentro de los trastornos del espectro autísta, un cuadro de alteraciones neurobiológicas en las que existen desviaciones o déficits en los siguientes aspectos del desarrollo:
Los niños/as con este diagnóstico tienen severas y crónicas incapacidades en lo social, conductual y comunicacional. Cada niño/a es diferente, pero algunas de estas características pueden ser:
Pueden a menudo presentar:
En los adultos, se mantienen algunas de estas características. La persona que lo presenta tiene un aspecto e inteligencia normal, frecuentemente habilidades especiales en áreas restringidas, pero tiene problemas para relacionarse con los demás a un mismo nivel de desarrollo. La persona con Asperger presenta un estilo cognitivo distinto. Su pensamiento es lógico, concreto e hiperrealista. Su discapacidad no es evidente, sólo se manifiesta al nivel de comportamientos sociales disfuncionales, proporcionándoles a ellos y sus familiares problemas en todos los ámbitos.
Una adecuada identificación y atención temprana, un buen ambiente familiar, una adecuada respuesta educativa, una alta capacidad intelectual y de aprendizaje, son factores que predicen un mejor ajuste social, personal y emocional en la vida adulta.
Es un trastorno muy frecuente (de 3 a 5 por cada 1000 nacidos vivos, dato actual estimado) que tiene mayor incidencia aparente en niños que niñas, aunque es muy probable que exista un infradiagnóstico del mismo en las mujeres debido a que en las chicas/mujeres la presentación clínica es diferente.
El síndrome de Asperger ha sido reconocido por la comunidad científica [DSM-4: Diagnostic and Statistical Manual]), en 1994 e incluído en 2013 como parte del TEA (Trastorno de Espectro Autista). En la CIE 10 (Clasificacion diagnostica de la O.M.S.) se mantiene como entidad propia. El manual de la APA más reciente, el DSM-5, mantiene su conceptualización aunque no la etiqueta diagnóstica que le ha dado nombre hasta ahora. No obstante, sigue siendo poco conocido entre la población general e, incluso, por muchos profesionales.
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